Había comenzado hace semanas una carta, una larga carta donde exponía una historia de lo nuestro, analizando sus momentos, y sobre todo, los problemas que hemos tenido, las dificultades que han hecho que nuestra historia no funcionase. Tanto los circunstanciales, como los que han surgido en el seno de nuestra relación, y –los más importantes- los que hemos acarreado desde antes de conocernos. Pero al final la he borrado porque no creía que fuera necesario. Tarde o temprano sonaría a reproche y es lo que quiero evitar a toda costa. No quiero reprocharte nada ni quiero que tengas nada ya que reprocharme.
Sigo siendo fiel a mis principios y no me desdigo de nada de lo que anteriormente haya dicho para explicarte mi falta de entusiasmo por la vida. No quiero repetirlas más, porque simplemente no eras tú la causa, y desgraciadamente si has sufrido sus consecuencias, y yo las consecuencias de las consecuencias, y tu las consecuencias de las consecuencias de las consecuencias… y así hasta no acabar nunca. Por eso era bueno ponerle fin, tal y como hemos hecho: apagar y… ¿reiniciar?
Te he escrito y hablado demasiado ya sobre mis heridas, sobre las tuyas. Las conocemos. No hay que obviarlas, pero tampoco llevarlas de equipaje, pesan mucho y no nos han dejado volar. Hemos hablado demasiado sobre nuestros problemas y sin embargo nunca hemos llegado a una solución, o nunca la hemos puesto en práctica. Salvo esta separación, que ha sido la terapia más radical y a todas luces la única con esperanzas de tener éxito.
Yo siempre te he pedido tiempo, paciencia y confianza, hasta que al final, cansado y, en cierta manera, derrotado, has sido tu el que me has pedido tiempo también. Y puedo dártelo. Pero tengo mucho más que tiempo para ofrecerte. Ya no me voy a escudar detrás de mis heridas, porque están curadas, o al menos, cicatrizando bien. Ahora me siento con fuerzas de amar y sobre todo, de soñar. Ojala me hubieras conocido ahora y no hace dos años.
Y comprendo que necesites más tiempo. Estás agotado, no tienes ganas de luchar. Pero tengo miedo de haberte contagiado ese mismo frío descorazonador que se había apoderado de mi hace dos años, cuando herido y cansado, decidí retirarme de aquello por lo que luchaba, y viendo con ello, toda lucha como absurda y sin sentido. Tengo miedo de que acabes encerrado en la misma costra gloriosa. Quiero ayudarte, quiero devolverte lo que me llevé.
Durante este tiempo, miraba con hastío a mi interior, algo en mi estaba muerto y temía que la podredumbre hubiera calado hasta el fondo de mi alma. Me ocultaba de ti porque en el fondo me daba asco. Todo lo que antaño me había sostenido, la conciencia de ser diferente y maravilloso se había desvanecido. Sólo quedaba el vano orgullo de mi belleza externa y la luz de tu amor. Pero ahora me siento vivo, el amor que has ido irradiando en mí todo este tiempo ha acabado venciendo a este largo invierno, y a pesar de todas las inclemencias, de todas las adversidades que hemos pasado. Y gracias a él, ahora estoy vivo.
Ahora soy el Carlos que intuiste que existía pero del que te decepcionó no encontrar más que restos, la hermosa carcasa vacía de alguien que había perdido sus sueños. Ahora estoy en disposición de darte lo que esperabas encontrar cuando me conociste. De vivir las aventuras juntos que soñaste y que yo quería soñar. Ya tengo energías para hacerlo y alimento para mis sueños. Ahora los he reencontrado. Son fruto de ti y son para ti.
Ya no tengo nada que ocultarte de mí, porque ya no me avergüenzo del interior moribundo que antes me aterraba o repugnaba. Quiero que conozcas al Carlos que no pudiste ver, porque estaba aletargado, curándose. Quiero mostrártelo -sin compromiso de compra- para que puedas confiar en mí y no tengas miedo de mí ni de tus sentimientos. Quiero que te reencuentres con tus sueños, y vuelvas a compartirlos conmigo igual que yo quiero compartirlos contigo.
Quiero que empecemos de nuevo y que, empecemos de cero. Como dos perfectos desconocidos, porque ni yo soy el mismo –o mejor dicho, vuelvo a ser el que no llegaste a conocer-, ni tu eres ya el mismo cachorrillo novato que conocí hace dos años. Olvidarnos de todo lo que nos hizo daño puede ser un “simple ejercicio de voluntad” como tu mismo me decías
Ahora estaremos mucho mas cerca. Podremos vernos y comenzar a ser amigos. Algo a lo que no nos dimos tiempo en su momento. No necesitamos mas fórmulas: tu + yo = yo + tu. Nada más, sin forzar nada más, sin esperar nada más, sin exigir nada más.
30 de enero de 2006
Publicado por El Nigromante en 1/30/2006
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