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1 de marzo de 2005


Absurdo.

Asi me siento cuando las energías fallan y el mundo se vuelve demasiado complicado para vivirlo. Y demasiado a menudo esta percepción aflora tras días de entregarme en absoluta compañía. Si, no sólo en la superficie, también en el fondo soy un ser solitario, demasiado acostumbrado a mi autismo, demasiado enamorado de mi autarquía. Compartir la soledad es algo maravilloso, pero llega un momento en que ya no queda soledad que compartir y en ese momento surge el agobio, el cansancio, la distancia.

Y todo se vuelve absurdo, empezando por mi. Y entonces olvido mis propósitos, mis planes, mis ambiciones. Todas se vuelven absurdas. Nada queda, ningún impulso. En la soledad renacen tras algunos días de narcisista apatía, pero les lleva su tiempo.

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